jueves, febrero 01, 2007

Poema II, de Nigredo

ombreH,
el exceso de nuestros nueve sentidos no siempre reflejan la corteza errante de lo táctil. Navegan los extraños, y la erección asertiva de una fecha y otra fecha palpan el útero canjeable por la veracidad de tu espinazo;


hombre, siéntate o acuéstate de perfil con el derrumbe ahora que no hay derrumbe ni redes que impugnen su total ausencia de aporía.


ombreH,
tú y yo en el centro, hocico cárdeno.
Hilar la nieve supone desenredar el ánimo en cursiva, pormenorizar el grito al igual que un síndrome repartido a cicatrices. El cenit nunca traiciona. Cuídate del paladar sin su placenta, del caballo trastornado en fricativa. Remítete a lo invisible al aportar el cero su metáfora de acoso.


Ignoro el apócrifo y el canon apelmazando el barro. Tenemos la misma hechura, disecada en órbitas difuntas por una gran raíz en trance de otra. También el espesor de un magma trazando nuestros tímpanos; los cerrojos socavan el incesto de una estaca con el frío ante un asedio que deviene fábula: sólo los cometas se incendian el ombligo con una ecuación de segundo grado, dejando que las cornisas se vuelvan antesalas de crematorios turbios.


ombreH,
gotízate en el vuelo de un deslumbre
pues bajo el blanco espurio de los huesos que reaccionan en cadena se queda nuestro signo entrelazando karmas y adn`s, se espera otras combustiones y pócimas preparadas.


Carécete de espinas y tendones, de espacialidad pensante: se dice que allá en Praga cayó sobre un rabino esa hipertrofia de salmodias y contactos; también se dice que navega huérfano de estrías por sitios porno en busca de sótanos y bodegas.


ombreH, proyecto de perífrasis vacía, decantación de lo divino en damajuana rota: un bosque de hierros retorcidos preanuncian líquenes en el bolsillo izquierdo de mi smoking; platonizando almenas entre el cerrojo gris del aguacero y mi hemorragia seminal de varios meses, el nueve y su destierro cátaro desata un cosmos de estraza que absorbe calambres repentinos, metástasis de auroras encharcadas ante un par de grietas en el suelo. ombreH, un rey de bastos se vuelca en la te plena de aullidos. Cuando la genealogía de la carie mira al cielo y las calandrias entonan su antífona medusaria, de a poco se empala el llanto detrás de la cal de las paredes.


Verdaderamente, alguna mazurca suena para dos piernas de plomo. Llego de un dolor extremo a la azotea y, sin embargo, el azar muestra sus treinta tajos:


el infinito no es un freno sucesivo, es una sien concéntrica expandiéndose de buitres.