domingo, abril 16, 2006

Poema VI, de Nigredo

a Lorena Pradal


Ayúdenme a cavar esta penumbra que invade por igual plazas y mamposterías; aquellos que bordeen la latitud más próxima a un cangrejo o piensen insistentemente en la teleología del archivo, tendrán la acidez del mosto como quien prevé la diseminación de las escalas; verán la insinuación de la ceguera, la recurrencia a un claustro oximorónico de arañazo eléctrico.


No hace mucho hablábamos de la saga anacrónica del trasgo, de la homologación de códigos que ensambla la menopausia con el piercing frente al advenimiento de la nieve. Y la luna, que hasta entonces los astrónomos habían calculado abstrusa, derrama sobre la pisada de un hijo de.familia su quimioterapia arcaica, pregunta por qué la sangre sabe a aguarrás vencido y en qué se consume el silencio de los frigoríficos cuando se despeña sobre el marrón y el gancho los voltajes de un tubolux a punto de quemar algún fusible.


Quisiera una fracción inevitable, un videoclip semiótico experto en desatar el pus de sus treinta hiperentropías sígnicas. Un rimmel cyberpunk revierte su póstuma abstracción, hace proliferar la espina allí donde el territorio se .exprime en simulacros de zarzas pixcodélicas; piensen, además, que toda esta filiación disociativa entre las guadañas y los misales no dejará de lado los letreros de los hipermercados, ni tampoco escatimará esa extrema suspensión de criogénesis para tanta épica inscrita en los códigos de Matrix: tan sólo afirma la disolución total, sosteniéndose en su propia emergencia indeclinable. Que un injerto de cartílagos se ensamble con el vértigo temprano de los patios: la compulsión delata otras consistencias, otras cartografías, pletóricas de cianosis y de náuseas no sartreanas.


Irremediablemente, el acento me pende del zapato. Al igual que un repliegue de acrónimos y averías, la claudicación del logos desciende de un gemido al margen seco, omite negociaciones con el polietileno oral de los martillos. Propongámonos, entonces, un diafragma en donde encallen cetáceos lautréamonts, esófagos y espadas sin diámetros centrales; no salga a la intemperie el grado cero de un umbral, mesando su escarlata genital de dos esquinas. Nada hay tan monstruoso como esa transparencia, como esa claridad de fármaco y prospecto.


Gramática desviante, gremlin de crasa evanescencia tautológica: cadáveres y espejos se insertan en su función de orujo, dan a conocer una serie de epidemias asombrosamente medievales, blues sinfónicos, pólipos malignos o retrovisores de máquinas mutantes que ejercen su metonimia atroz de cólicos y androides. Cualquier consagración fortuita del exceso derrama su viscosidad de alienígena extirpable, un murmullo de imágenes y episodios de partícula, a salvo de las distracciones del olvido.


Asómense a las amatistas silenciosas que se acumulan en los escritorios, dispongan de los anacoretas que viven en el segundo cerro de más atrás: una configuración de sótano y binario se desvirga en baños públicos, las auras más infames irrumpen desenfrenadamente sobre lo que se ordena y se pronuncia. Sé que el pómulo derecho asiente la fugacidad de los relatos, y el cuerpo no anticipa la unidad del hombre y su carcoma: nos faltan amperímetros y esperas, un purgatorio acrílico que nos re-escriba desde su más delgada línea rizomática. Sé que por entre mis lenguas el sol también da su luz negra, esa luz que desgarra la garganta de los ángeles y cubre de musgo seco la huella de los tractores. El bufón entona su alabanza cortándose la encía. Paso segregando trapos sucios, el fiel escupitajo de quien perdió su sombra en el retorno.

1 comentario:

amaya dijo...

hola martin

vim visitá-lo por aqui

um beijo também em marisa