domingo, agosto 12, 2007

Poema I, de Nigredo

a Roberto Piva

Mi hermano concibe la irradiación de los museos en cada silogismo, enfrentándolo al graznido de un pato o de una puerta.

Su atributo es el fragmento. Vigila las anémonas en serie, sondea los talones en el momento justo que suenan los chasquidos de un revólver.

Golpea como al acecho la espalda de las estatuas, abre y habita el vientre de los pájaros. Es el príncipe que rige los detalles hasta espantar el signo de los ciclistas en conserva y los carteles de fisiología.


Mi hermano describe el equinoccio nacido de una higuera, causando hendiduras en el glaciar que lo aprisiona; hereda las inclusiones más allá de las imágenes: el movimiento continuo, cualquier intento de aprehensión, revela la estática que subyace detrás de las monedas.


Ramifica una paloma estrangulada,
diagrama el limbo menguante de una boca de tormenta.
Los relojes escampan el suero de su corazón confundido con el polvo.
Albañiléase ciego este volumen de sordera incrustada por el llanto, él, que nunca se negó a la saturación del intenso diferido, que vive su tobillo en construcción geológica de nieblas con la gillet rasgándole la altura. Un martes de carnaval le descorchó la línea de un dos que clama por su diptongo diurno.


Mi hermano estalla en férulas,
en un soberbio pedo de su culo sangrante por donde escupe el universo.

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