sábado, enero 14, 2012

Nowhere man XXXIII


En un paraje cerca de Achar, allá por Tacuarembó, la hija de Demetrio Pires y Sandra Villalba nació un viernes 13. Yo estaba de paso, recorriendo. Aun a punto de tener familia por cuarta vez, ese matrimonio no la pensó mucho a la hora de brindarme asilo por un día o dos. Y, sin embargo, cayó justo ese viernes.

Sandra dio a luz por la mañana, y a la tarde pidió a su marido que hablara con la curandera. Recién supe el motivo. Mujer que nace un viernes 13 tiene que ser amadrinada por la luna. Pero no cualquier luna: tiene que ser la del primer cuarto creciente posterior al nacimiento. De no ser así, la vida de la recién nacida iría a ser algo más que amarga. Y el primer cuarto creciente caía al otro día. Demetrio preguntó si me quedaba. "Así festejás con nosotros".

A la noche del sábado vino la curandera. Toma a la niña y la lleva casi al medio del campo; la desnuda completamente para que la luz de la luna le dé por todo el cuerpo y, conjurando en un español casi irreconocible de tan arcaico, la pone bajo su tutela. Después la arropa con un trozo de franela nueva y le ordena a la madre que la mantenga envuelta en aquel género durante las primeras trece veces que amamantara, y que no volviera a utilizarlo jamás en ninguna circunstancia. Más tarde, celebramos el cumplimiento del rito con una tira simple de asado y un vino.

Nunca más los vi. Pero no pude dejar de recordarlos desde hoy de mañana.

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